04 mayo 2013


Hace mucho tiempo tuve un jefe que repetía muchas veces, “la Enseñanza es la Cenicienta de las profesiones”. Reconozco que como persona dedicada a la Educación cada vez que lo decía me molestaba. Ahora pasado el tiempo me doy cuenta que tenía razón, pero que gran parte de culpa la tenemos los que nos dedicamos a ello. Me explico. Cuando te dedicas a la Educación tienes muchas cuestiones presentes. Una de ellas es la educación en valores y por coherencia procuras, no siempre con éxito, predicar con el ejemplo. Bien, pues cuando trabajas en proyectos fuera del entorno de tu centro y con el mundo “agresivo” de la empresa, eso, se te vuelve en contra. Resulta que actúas con la buena fe de aquel que piensa que el otro no te va a tomar el pelo. Pues, nada, no aciertas. Como te dedicas a la educación y además no la pierdes, se sobre entiende que eres tonto y que se te puede tomar el pelo.
Por favor, no lo olvidéis. No ser tontos. Un rasgo significativo del líder es no ser tonto, valorar lo que hace, en su justa medida, pero valorarlo. Lo que cada día hacemos en las aulas es tan importante como lo del cirujano en el quirófano, el periodista y su columna, el informático con sus códigos, etc. Es más, sin ánimo de resultar prepotente, en algunas ocasiones es mucho más importante. Aunque lo nuestro sea intangible no deja de ser valioso.
Algún día la Sociedad descubrirá que valorar lo que la Educación hace repercutirá en beneficio de todos.

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