14 mayo 2013


Liderazgo. Saber descubrir el talento del otro y ayudarle a crecer.

La educación es, entre otras cuestiones, saber sacar el talento de nuestros alumnos. Así que lo primero es preguntarnos si dirigimos con talento. Los equipos directivos de los centros se convierten en la clave del proceso. Dirigir personas bien, significa ser capaz de motivarlas para que hagan las cosas y las hagan de forma correcta. Para conseguirlo, necesitamos conocer sus motivaciones, respetarlas y potenciarlas.
El directivo anclado en sus conocimientos o en su experiencia pasada, cerrado a los cambios, se convierte en un estorbo para su desarrollo personal y el de su organización. Mejorar, incrementar los conocimientos e innovar, forman parte de la vida de cada uno. Así pues, lo propio de un buen directivo no es solo adquirir nuevos conocimientos, que es inevitable en una persona normalmente constituida. La verdadera capacidad de aprender viene determinada por la calidad de ese aprendizaje y su puesta en práctica al servicio de nuestros objetivos. El aprendizaje parte del examen del pasado, del estudio de los porqués de los acontecimientos, del planteamiento de dudas y del afán por alcanzar metas altas, y se proyecta en el cómo del futuro.
El empeño por conocer algo, por encontrar soluciones a los problemas o mejorar los resultados estimula nuestra actitud por aprender. Esa actitud genera muchas más posibilidades de aprendizaje que las acciones formativas programadas desde una mesa de despacho.
Salir fuera de la propia organización, conocer a fondo la competencia u otras instituciones –incluso de otros países- abren la mente, generan iniciativas, dinamiza nuestra actividad. Esto exige un esfuerzo por salirse de lo ordinario; un esfuerzo casi de investigación hasta encontrar los más interesante.
Conoce los peligros para aprender para saber rechazarlas:
1.- La falta de ilusión por mejorar. Existe el peligro de anquilosamiento, de caer en el conformismo: ¡así ya vale¡. Un directivo conformista causa mucho daño. Buscar la excelencia, que no es el éxito efímero de unos pocos años.
2.- Ser absorbido por lo inmediato. El aprendizaje requiere sosiego y reflexión.
3.- La falta de constancia. Si desfallecemos ante los primeros intentos, nunca llegaremos a la edad adulta en el campo personal o profesional.
4.- La ideología en sentido amplio. Planteamientos ideológicos establecidos a priori limitan mucho la capacidad de aprendizaje. Por ejemplo, quien, de entrada, da por supuesto que los ordenadores producen más perdidas de tiempo que ganancia.
5.- La pereza –la falta de fortaleza para acometer con energía las propias obligaciones- no favorece en absoluto el afán por aprender.  El aprendizaje supone un esfuerzo de reflexión, concreción, puesta en práctica, evaluación de los resultados y ajuste de las mejoras necesarias.
Pensemos que todo lo anterior puede ayudarnos a saber "sacar" el talento de todos y cada uno de nuestros alumnos.

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